Prehistoria japonesa (Senshi) - Paleolítico
Como toda historia, empezaré hablando por el principio, es decir, la Prehistoria japonesa. Se sabe poco de la prehistoria debido a que los japoneses se empezaron a interesar en la arqueología hace relativamente poco, a día de hoy se siguen haciendo muchos descubrimientos. Los primeros indicios de la llegada de seres humanos a las tierras que en un futuro serán Japón se data aproximadamente hace unos 200.000 años, pero las primeras llegadas masivas serían hasta hace unos 30.000.
En aquel entonces, a Japón solo se podía llegar a pie desde tres istmos, lenguas de tierra, franjas terrestres (llámalo como quieras): una por el sur, otra por el oeste y otra por el norte. Hace unos 30.000 años se solía llegar por los accesos del sur y del oeste debido a las bajas temperaturas extremas que había por la zona norte, pero hace unos 14.000 años ésta fue la única entrada terrestre que quedó, las otras dos acabaron inundadas por el mar (mucho más tarde la norte también quedaría inundada).
Japón en el Paleolítico
Los habitantes eran nómadas cazadores-recolectores que se trasladaban según las zonas donde encontraban comida y no solían usar las cuevas como hábitat. Medían en torno a 1,55m y se reunían en grupos de 100 personas (de una población total de unos 20.000 habitantes). Tenían un nivel avanzado de comercio y para fabricar las armas y herramientas usaban un material llamado obsidiana, una piedra volcánica dura y quebradiza que al fracturarse tiene bordes muy afilados (ya estabas pensando en el Minecraft, seguro).
Punta de obsidiana
Más tarde conformarían la cultura Jōmon y empezaría así el Período Jōmon. Y hasta aquí nuestra Prehistoria. Puede que este primer tema haya sabido a poco pues, como decía anteriormente, no se sabe mucho sobre esta etapa. Sin embargo tengo preparada una historia que a los amantes de la mitología japonesa les encantará y que me gustaría contar: la Leyenda del Origen de Japón.
La Leyenda del Origen de Japón
En el origen de los tiempos, el cielo y la tierra no estaban separados, todo era una masa caótica. Cielo y tierra se comparan con el yin y el yang, lo claro y puro se extendió hasta formar el cielo y lo pesado y turbio se depositó creándose la tierra. Después, entre ambos formarían las primeras divinidades que serían las Siete Generaciones de la Era de los Dioses que permanecerían en una especie de Olimpo llamado Takamagahara o Alta Planicie Celestial.
Por aquel entonces el Takamagahara estaba situado sobre una gran masa líquida así que los dioses enviaron a dos de ellos: Izanagi y su esposa Izanami. Les entregaron la Amenonuhoko o Lanza Celestial que hundieron en el líquido y, al sacarla, cayeron unas gotas que formarían la isla de Onogoro, la primera isla de tierra firme. Entonces ambas deidades descendieron para empezar a poblarla. Construyeron un palacio en cuyo interior estaría la Sala de Ocho Brazas (el número ocho representa totalidad, así que podría decirse que esa sala representaba el mundo, como si fuese un microcosmos) y en el centro situaron la Augusta Columna Celestial que conectaba la tierra con el cielo.
Izanagi e Izanami
Después, comenzaron un ritual: Izanagi rodeó la columna por la izquierda e Izanami por la derecha hasta que se encontraron, se intercambiaron saludos y comenzaron a procrearse. Sin embargo, el primer hijo no se le consideró deidad porque no salió bien formado debido a que el primero que tenía que hablar debía haber sido Izanagi y no su esposa. Este primer hijo fue abandonado a su suerte en un bote en mitad del océano. Más adelante se le conocería como Hiruko, el niño-sanguijuela, divinidad protectora de los pescadores.
Tras este fracaso repitieron el ritual multitud de veces concibiendo infinidad de dioses que nacían de todas las partes del cuerpo, incluso alguno de “desechos orgánicos”. Sin embargo, el último dios que Izanami dio a luz fue Kagutsuchi, el dios del fuego. Izanami agonizando trajo al mundo cincuenta dioses más que salieron de sus órganos y, entonces, murió quemada. Izanagi, enfurecido por la muerte de su esposa, degolló a Kagutsuchi y de las ocho gotas de sangre que salpicaron salieron más deidades relacionadas con el fuego.
Izanagi lamentaba la muerte de su esposa así que decidió viajar al Yomi, el País de las Tinieblas o Inframundo para traerla de vuelta. Al encontrar a su amada se halló con una desagradable escena: Izanami estaba en un avanzado estado de descomposición y estaba siendo devorada por los gusanos. Izanagi huyó aterrorizado, despertando la ira de Izanami y de todos los habitantes del Yomi. Los gusanos se convirtieron en serpientes de trueno y también fue perseguido por espíritus y mujeres maléficas. Para defenderse en su huida, Izanagi usó tres reliquias: un peine cuyos dientes se convierten en rayos de luz cegadora, melocotones (se consideran un fruto que posee atributos mágicos que ahuyentan a los demonios) y un espejo. Nada más salir taponó la entrada al Yomi con una enorme piedra, Izanagi fue reconocido como el Dios que Cierra la Puerta de las Tinieblas. Izanami aún enfurecida lanzó una maldición en la que cada día morirían mil personas; pero Izanagi para contrarrestarlo bendijo al mundo haciendo que nacieran otras mil quinientas.
Yomi, el Infierno
Después del viaje al Yomi, Izanagi tuvo que purificarse lavando sus ropas y a sí mismo. Durante el proceso nacieron nuevos dioses, siendo los tres últimos los más importantes: Susanoo (o Susano-wo), dios del mar y de la tormenta; Tuskiyomi, dios de la luna y Amaterasu, diosa del sol (¿os suena?).
La historia entre Amaterasu y su hermano Susano-wo es bastante interesante, aunque también algo larga así que lo resumiré bastante. De estos tres dioses Susanoo no estaba muy contento con la división de poderes que había impartido su padre, se sentía mucho más capacitado que sus otros dos hermanos que tenían mayor poder. En vez de presionar a su padre decidió retar a Amaterasu a una competición, pero acabó enfadándose y comenzó a hacer una serie de actos violentos que irritaron a su hermana, culminando con el asesinato de su caballo celestial.
En cuanto Izanagi se enteró desterró a Susanoo al Yomi, pero el mal ya estaba hecho y Amaterasu estaba deprimida. Bajó a la tierra y se ocultó en una cueva, sumiendo al mundo en la oscuridad. La podredumbre se apoderó de la tierra y los malos espíritus comenzaron a surgir de todas partes. Para solucionar este problema, el resto de dioses buscaron a Amaterasu y trataron de convencerla para que saliese; pero ella se negaba una y otra vez. Al final idearon un plan: fabricaron un gran espejo y pusieron unas joyas delante de un árbol, después la diosa Uzume comenzó a bailar desnuda y montaron una fiesta. Amaterasu, extrañada por el jolgorio de los dioses con el mundo sumido en tinieblas, salió víctima de la curiosidad. Uzume dijo que estaban celebrando la llegada de una diosa mejor que Amaterasu y entonces le enseñaron su reflejo. Amaterasu salió más para verse mejor y en ese momento el dios Ame no Tachikara la sacó al exterior mientras otros dioses sellaban la cueva con una cuerda sagrada para que no volviese a entrar y devolvieron la luz al mundo.
La salida de la cueva de Amaterasu
Por otro lado, Susanoo que había sido desterrado del cielo decidió vagar por la tierra en lugar de ir a Yomi. En su viaje se encontró con una pareja de dioses ancianos que pidieron su ayuda porque sus hijas estaban siendo devoradas por el dragón Yamata no Orochi y al día siguiente vendría a devorar a la octava y última hija, Kushinada-hime. Susanoo aceptó ayudarles con la condición de que después se casaría con Kushinada. Mandó construir una valla con ocho puertas y detrás de cada una colocó un barril con un vino extremadamente fuerte. Cuando llegó Yamata no Orochi, abrió cada puerta y acabó bebiendo el vino de todos los barriles, quedando bastante aturdido. En ese momento Susanoo aprovechó para trocearlo. Sin embargo, al cortar una de las colas su espada chocó contra algo duro y se partió. Al examinar el interior de la cola se encontró con otra espada a la que llamó Kusanagi (Espada de la Serpiente) y que formaría parte de muchas otras leyendas. Susanoo decidió entregar esta espada a su hermana Amaterasu como disculpa por su comportamiento y se casó con Kushinada-hime. Tuvieron varios descendientes, entre ellos Ōkuninushi (Dueño del país), y terminó de formar las islas de Japón concluyendo así el trabajo de Izanagi e Izanami.
Yamata no Orochi, la serpiente dragón de ocho cabezas
La leyenda continúa un poco más. Amaterasu y el resto de dioses estaban algo preocupados por todo el desorden que había en la tierra, sobre todo con la familia de Ōkuninushi que se había casado muchas veces y había tenido infinidad de hijos por lo que decidieron conquistar la tierra enviando emisarios. Tras fracasar varias veces, el dios guerrero Takemikazuchi consiguió convencer a Ōkuninushi de que cediese sus tierras a cambio de ciertas condiciones que él impuso.
Ahora que Amaterasu poseía la tierra envió a su nieto Ninigi no mikoto para que la gobernase junto a otros consejeros. Amaterasu le entregó tres objetos que se convertirían en los Tesoros Imperiales de Japón: las joyas junto con el espejo que usaron los dioses para convencer a Amaterasu para que saliese de la cueva y la espada Kusanagi que le entregó su hermano. Por último, Ninigi no mikoto se estableció en la isla de Kyūshū y su bisnieto Iwarebiko gobernó el resto del país, que se denominó la tierra de Yamato, convirtiéndose así en el primer emperador de Japón, el emperador Jinmu.
Y hasta aquí la leyenda del origen de Japón y, ya de paso, del primer emperador de Japón. Por supuesto, hay varios detalles que me he saltado pero creo que con esto es suficiente para entender la leyenda del origen de Japón. Espero que os haya gustado y para la próxima semana os hablaré sobre el Período Jōmon (con más contenido histórico).