- hola, ¿tienes frío?
Un grupo de escalada se acercaba a la cumbre del Everest, y como todo grupo que se propone dicha meta, acamparon en el último campamento, cercano a la "zona de la muerte".
El día del ascenso final, uno de los escaladores quedó rezagado. Fueron numerosas las peticiones que, al ver que no avanzaba, le intentaron persuadir para que descendiera, pero era tarde para él, la fiebre de la cumbre le había poseído cual cazador con un único objetivo.
Sentado a un lado, el hombre ya casi ni tiritaba, sus cejas y pelo lucían blancos de congelación; al subir tras de él algunos compañeros intentaron cargarle, pero su rígido cuerpo era demasiado pesado y el temible camino de regreso era peligroso para ellos incluso sin una carga en sus hombros. También ellos notaban síntomas de congelación y con lágrimas que se helaban en sus rostros sin llegar a caer, descendieron suplicando por radio que alguien le ayudara. A pesar de sus ruegos, sabían la verdad, si no bajaba por su propio pié, sería tan solo una tétrica escultura gélida más, de quienes exhalan en la montaña su último suspiro.
Un equipo koreano que bajaba sonriente, vio impotente al hombre todavía con vida sujetando con su mano derecha una bandera americana en su pecho. No importaba el idioma en aquel lugar, sin éxito procuraron ayudarle a levantar su cuerpo de la nieve. Su éxito se veía nublado, siendo también ellos conscientes de que dejaban morir sin remedio, a alguien que pese a no ir con ellos, no dejaba de ser un compañero de escalada.
Fue en ese momento, cuando todos habían descendido al pequeño campamento, que la voz de una niña le preguntaba si tenía frío. No necesitaba responder, sus ojos casi sin vida hablaban muy bien.
La niña, sonriente, le propuso un trato, plantar tres árboles a cambio de ayudarle a vivir. El hombre no pudo asentir, pero la incredulidad de lo que veían sus ojos, comentaban un "¿solo tres?". Prosiguió sus condiciones,...
- A uno le llamarás como a mi papá; "Soru", a otro como a mi mamá; "Lluna", y al último, Everest, para darle las gracias por dejarte ir.
Dicho eso, se alzó ante el y extendió sus brazos. Nunca hubiera dicho si no fuera por su voz, que ante él había una niña, una gran forma de pelo blanco a la que no se le podían apreciar pies o manos, solo la mitad superior de su rostro daba muestra de un aspecto humano, su respingona nariz y sus ojos azules, parecían ocultos por una melena tan blanca como el pelaje que la rodeaba. Su cálido aliento asomaba entre las pieles a la vez que la frialdad de él condensada en vapor se aproximaba a ella.
Capítulo uno - La niña desmayada.
La helada condensación golpeó al ente delante de él, y de repente, toda sensación de agonía desapareció, la bombona de oxígeno que cargaba ya no pesaba y la zona de la muerte ya no dificultaba su respiración. Era casi como magia, pudo abrir del todo sus ojos y la escarcha de su pelo había desaparecido.
La muerte le daba una segunda oportunidad. La euforia del momento, no le permitió percatarse de que su salvadora yacía en la nieve delante de él, al menos, hasta que dispuesto a alcanzar la cumbre de nuevo, la pudo contemplar con más facilidad. La mata de pelo que veía en un principio, no era otra cosa que un impresionante abrigo que le iba grande en todos los sentidos.
Sonriente se percató que su rostro era el de una niña, muy pequeña, incluso demasiado, ¿que hacía una niña en aquel peligroso lugar? Estaba más fría que el hielo mismo, pero aun y así le había salvado. La tomó en sus brazos y se dispuso a llevarla a que un médico la tratara. Era por algún motivo tan sencillo,... su peso, liviano; el oxígeno, no aparentaba ser un problema; el equilibrio, como si paseara por una montaña poco pronunciada.
Tardó solo unos minutos en dejarla en la tienda en la que reposaba el médico, pero el doctor estaba casi más sorprendido de verle sano y salvo a él, pese a que ver a una niña en ese lugar era algo inimaginable.
Sin demora quitaron el exagerado abrigo que rodeaba a la chica, pero ni un único síntoma aparente de congelación era visible en sus extremidades, su respiración era normal y la oxigenación de su sangre normal, demasiado normal de hecho. Para el sorprendido médico, aquella niña solo dormía. El escalador por su parte, aunque decidió bajar a la cría en vez de hacer la cumbre, estaba en la mejor forma posible, ni frío notaba.
Unos minutos antes de la llegada de los primeros rayos matutinos, la pequeña estiró su cuerpo como quién despierta de una agradable siesta. Al abrir sus ojos, con la voz bastante elevada, buscó por unos segundos su abrigo de manera alborotada. Ambos hombres que aun hablaban vieron su reacción exagerada, pero pensaron que podría deberse a no sentirse a gusto viéndose solo con el camisón que vestía.
Un auténtico interrogatorio se inició cuando tuvo su abrigo bien colocado, pero las respuestas no eran las que cabría esperar, quizás solo su nombre; "Sanria", y el recordatorio de la promesa de los tres árboles, quedaron claros en un inicio.
Las cámaras de un programa televisivo, se interesaron enseguida por el escándalo armado con el despertar de ella. Pero se sorprendieron por igual al ver al hombre que el día anterior daban por muerto, como al ver a una niña en un lugar en el que ellos mismos habían sufrido para llegar.
La niña salió de la tienda con alegres saltitos y respiro profundo contemplando el paisaje siendo iluminado con la llegada del sol. A partir de ese momento inició una conversación, algo rara desde el punto de vista de ellos.
- No me parecéis tan malos como mis papás me decían - con una sonrisa poco visible, se giró hacia ellos.
¿malos? ¿sus padres? Solo añadía dudas a sus listas, y fue cuando uno de los cámaras hizo quizás la pregunta clave. Ella se acercó a la tienda en la que todos se cobijaban y poniendo su dedo índice a la altura de su barbilla, respondió.
- Mmmm, creo que en vuestro idioma, llamáis a mi papá,... mmm ¿bigfoot? y a mi mamá,... mmm ¿dama de las nieves? - pero su respuesta se convirtió enseguida en una pregunta - mis papás me decían que esos nombres se los dais como referencia, porque les consideráis monstruos, pero no creo que sea así, ¿verdad?
El silencio se hizo destacar ante aquella simple pregunta seguida de una inocente risa, ¿serviría de algo a caso aclarar que a su madre la consideran un espíritu y que solo a su padre le veían como a un monstruo? Uno de los cámaras, pensando que se trataba de alguna especie de elaborada broma, lo especificó de dicho modo, y ante ellos dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.
Una lágrima llegó a pies del escalador rescatado en forma de una pequeña perla azul, la segunda lágrima, solo se perdió o fue atrapada por algún rápido y rastrero cámara que de algún modo adivinó que aquellas lágrimas no eran normales.
La pequeña dio algunos pasos atrás con conocimiento de una realidad que siempre había considerado exagerada, sus palabras hacían sentir culpables a quienes no fueron capaces de rebatir aquella afirmación.
- Si sois capaces de decir que mi padre es un monstruo, quiere decir que vosotros sois los monstruos,...
Explicó en un momento, que cuando tenía cinco años, sufrió una extraña enfermedad que estuvo a punto de matarla, sus habilidades como "dama de las nieves" despertaron al unísono descontroladas por completo, y por ello, la habilidad que había utilizado para salvar al escalador, comenzó a absorber la frialdad de las cercanías y a repudiar todo calor propio, un proceso que en general ya era agotador de utilizar por unos segundos. Sus padres para salvarla, hicieron lo posible; su madre realizando ese mismo proceso siempre que podía, y su padre hiriéndose para bañarla en su sangre capaz de curar casi todo mal.
Tras un par de exhaustos días, su padre agotado solo pudo dar su último esfuerzo. Sentando a su hija en sus piernas, y viendo que ni ella ni su pareja podrían aguantar mucho mas, clavó con firmeza su propia mano en su pecho, proporcionando a su hija una ducha de sangre venida directa del corazón.
La culpabilidad era abrumadora por parte de Sanria, hasta que su madre le entregó un abrigo hecho con la piel de su padre y le dijo, que de ese modo su padre siempre estaría con ella.
Tras la historia y evitando derramar más lágrimas, se dejó caer por un precipicio y desapareció ante la atónica mirada de los presentes, el susurro del viento llevaba consigo un tenue "monstruos ¿de verdad?"
capítulo dos - ¿miedo o interés? los científicos lo llaman conocimiento.
Cuando el escalador llegó a su país, revistas y canales televisivos luchaban por sacar la mejor noticia. Mientras que unos lo plasmaban como un montaje, otros más profesionales hicieron elaboradas comprobaciones a las pruebas.
Una cadena retransmitió en directo la plantación de cuatro árboles, plantados a distancias prudentes, incluyó el cuarto en el centro, entre los tres que había prometido plantar. Bajo ese último árbol dejo caer la pequeña perla azul y lo bautizó como "Sanria".
La noticia se apagó en solo unas semanas y nadie recordaba lo ocurrido, después de todo, las cosas imposibles de entender no tienen cabida en un mundo que solo quiere explicarlo todo. Al rescatado y a su familia, eso les parecía bien, algo tan "mágico" era más seguro quedárselo en sus recuerdos solo quienes lo habían vivido, de otro modo, esa magia desaparecería; intentaría ser explicada y ello llevaría a una extinción de la misma, algo parecido al "no creo en las hadas" de peter pan.
Pero pasaron unos años, y un extraño acontecimiento avivó las llamas. Los cuatros árboles plantados hacía a penas un par de años atrás, habían alcanzado un tamaño temible. El árbol central, un cerezo llamado Sanria, tenía un grosor de 24 metros y una altura de 56, los otros tres lucían enroscados en el, aportando unos diez metros más al diámetro. Un roble, un almendro y un pino que aparentaban sostener el tronco central.
No fue el origen o el nombre de los árboles lo que llamó la atención de los reporteros, si no el hecho de que los cuatro árboles lucían como uno solo, la extraña combinación de hojas de los mismos y sin duda el origen del llamado; una pareja fue a grabar sus iniciales en el tronco y una extraña resina roja brotó de él. El chico que tenía una pierna amputada, fue ingresado en el hospital por un dolor incalculable y una semana después tenía su pierna de vuelta.
El árbol se llenó de cortes que desaparecían en un instante, evitando la extracción de su resina "santa", creyentes de todo el mundo comenzaron a acudir, pero el montañista que compró esa pequeña parcela para asegurarse de que sus árboles no eran talados, cerró el lugar con vallas electrificadas.
Las críticas de la multitud eran abrumadoras, y pese a que la mayoría le acusaban de querer enriquecerse con ello, el hombre veía esos ataques como si procuraran hacerle romper su promesa, y de hecho se sentía adolorido cuando acechaban a aquellos troncos.
Tal ungüento podría valer millones, pero no era el deseo de su "propietario" sacar beneficio. El gobierno estadounidense, expropió el terreno justificando la aparición de una gran densidad de radiación y ordenó que el lugar fuera protegido por gran cantidad de milicia.
Toda persona sensata vería al instante que ni los científicos ni los militares llevaban protección radiactiva, y tras unos días procurando lograr una muestra, llamaron al dueño de aquellos árboles y a la pareja que se había a reunido allí. Lograr una muestra era por algún motivo imposible, y sin embargo el alpinista se hizo con una astilla sin ningún problema.
En un tiempo el lugar se calmó, las pruebas realizadas fueron inconcluyentes y por la imposibilidad de dañar la corteza siquiera, incluso el estado devolvió la propiedad a su dueño original. Pero ya no hacían falta verjas que lo protegieran, parecía que dañar aquel gigante era imposible. Pero,... si era imposible lograr una muestra del árbol, ¿sería posible encontrar a Sanria? ¿Estaría relacionada esa niña con el misterioso árbol?
La iglesia proclamaba que era el diablo disfrazado de niña, que había ayudado a dos almas para atraer a cientos a una congelación eterna del cuerpo, para llevar a su infierno a las almas que tentadas por su falso milagro osaran acercarse.
Los gobiernos propusieron grupos para buscar a la niña y recompensas millonarias por su captura, pero pocos aceptaban esta oferta cuando eran informados de que ningún Serpa estaba dispuesto a acompañarlos. Decían los Serpas que no debían intentar atraparla, que ella era el espíritu de la montaña y que si bien había salvado a muchos de ellos, si la acechaban podría molestarse, añadieron a su vez; que solo la habían visto los de corazón amable que por serios problemas corrían riesgo de muerte, y que solo habían recibido su protección. Por ello, si tenía tanto poder como para salvarlos en las peores circunstancias, no querían conocer el poder que podía desatar su ira.
A pesar de las advertencias, tres enormes grupos se disponían a ir a por ella, los costos de la llamada "carrera espacial" por pisar primero la luna, se veían ridiculizados por lo que denominaban "la semilla de la vida".
Un grupo de escalada se acercaba a la cumbre del Everest, y como todo grupo que se propone dicha meta, acamparon en el último campamento, cercano a la "zona de la muerte".
El día del ascenso final, uno de los escaladores quedó rezagado. Fueron numerosas las peticiones que, al ver que no avanzaba, le intentaron persuadir para que descendiera, pero era tarde para él, la fiebre de la cumbre le había poseído cual cazador con un único objetivo.
Sentado a un lado, el hombre ya casi ni tiritaba, sus cejas y pelo lucían blancos de congelación; al subir tras de él algunos compañeros intentaron cargarle, pero su rígido cuerpo era demasiado pesado y el temible camino de regreso era peligroso para ellos incluso sin una carga en sus hombros. También ellos notaban síntomas de congelación y con lágrimas que se helaban en sus rostros sin llegar a caer, descendieron suplicando por radio que alguien le ayudara. A pesar de sus ruegos, sabían la verdad, si no bajaba por su propio pié, sería tan solo una tétrica escultura gélida más, de quienes exhalan en la montaña su último suspiro.
Un equipo koreano que bajaba sonriente, vio impotente al hombre todavía con vida sujetando con su mano derecha una bandera americana en su pecho. No importaba el idioma en aquel lugar, sin éxito procuraron ayudarle a levantar su cuerpo de la nieve. Su éxito se veía nublado, siendo también ellos conscientes de que dejaban morir sin remedio, a alguien que pese a no ir con ellos, no dejaba de ser un compañero de escalada.
Fue en ese momento, cuando todos habían descendido al pequeño campamento, que la voz de una niña le preguntaba si tenía frío. No necesitaba responder, sus ojos casi sin vida hablaban muy bien.
La niña, sonriente, le propuso un trato, plantar tres árboles a cambio de ayudarle a vivir. El hombre no pudo asentir, pero la incredulidad de lo que veían sus ojos, comentaban un "¿solo tres?". Prosiguió sus condiciones,...
- A uno le llamarás como a mi papá; "Soru", a otro como a mi mamá; "Lluna", y al último, Everest, para darle las gracias por dejarte ir.
Dicho eso, se alzó ante el y extendió sus brazos. Nunca hubiera dicho si no fuera por su voz, que ante él había una niña, una gran forma de pelo blanco a la que no se le podían apreciar pies o manos, solo la mitad superior de su rostro daba muestra de un aspecto humano, su respingona nariz y sus ojos azules, parecían ocultos por una melena tan blanca como el pelaje que la rodeaba. Su cálido aliento asomaba entre las pieles a la vez que la frialdad de él condensada en vapor se aproximaba a ella.
Capítulo uno - La niña desmayada.
La helada condensación golpeó al ente delante de él, y de repente, toda sensación de agonía desapareció, la bombona de oxígeno que cargaba ya no pesaba y la zona de la muerte ya no dificultaba su respiración. Era casi como magia, pudo abrir del todo sus ojos y la escarcha de su pelo había desaparecido.
La muerte le daba una segunda oportunidad. La euforia del momento, no le permitió percatarse de que su salvadora yacía en la nieve delante de él, al menos, hasta que dispuesto a alcanzar la cumbre de nuevo, la pudo contemplar con más facilidad. La mata de pelo que veía en un principio, no era otra cosa que un impresionante abrigo que le iba grande en todos los sentidos.
Sonriente se percató que su rostro era el de una niña, muy pequeña, incluso demasiado, ¿que hacía una niña en aquel peligroso lugar? Estaba más fría que el hielo mismo, pero aun y así le había salvado. La tomó en sus brazos y se dispuso a llevarla a que un médico la tratara. Era por algún motivo tan sencillo,... su peso, liviano; el oxígeno, no aparentaba ser un problema; el equilibrio, como si paseara por una montaña poco pronunciada.
Tardó solo unos minutos en dejarla en la tienda en la que reposaba el médico, pero el doctor estaba casi más sorprendido de verle sano y salvo a él, pese a que ver a una niña en ese lugar era algo inimaginable.
Sin demora quitaron el exagerado abrigo que rodeaba a la chica, pero ni un único síntoma aparente de congelación era visible en sus extremidades, su respiración era normal y la oxigenación de su sangre normal, demasiado normal de hecho. Para el sorprendido médico, aquella niña solo dormía. El escalador por su parte, aunque decidió bajar a la cría en vez de hacer la cumbre, estaba en la mejor forma posible, ni frío notaba.
Unos minutos antes de la llegada de los primeros rayos matutinos, la pequeña estiró su cuerpo como quién despierta de una agradable siesta. Al abrir sus ojos, con la voz bastante elevada, buscó por unos segundos su abrigo de manera alborotada. Ambos hombres que aun hablaban vieron su reacción exagerada, pero pensaron que podría deberse a no sentirse a gusto viéndose solo con el camisón que vestía.
Un auténtico interrogatorio se inició cuando tuvo su abrigo bien colocado, pero las respuestas no eran las que cabría esperar, quizás solo su nombre; "Sanria", y el recordatorio de la promesa de los tres árboles, quedaron claros en un inicio.
Las cámaras de un programa televisivo, se interesaron enseguida por el escándalo armado con el despertar de ella. Pero se sorprendieron por igual al ver al hombre que el día anterior daban por muerto, como al ver a una niña en un lugar en el que ellos mismos habían sufrido para llegar.
La niña salió de la tienda con alegres saltitos y respiro profundo contemplando el paisaje siendo iluminado con la llegada del sol. A partir de ese momento inició una conversación, algo rara desde el punto de vista de ellos.
- No me parecéis tan malos como mis papás me decían - con una sonrisa poco visible, se giró hacia ellos.
¿malos? ¿sus padres? Solo añadía dudas a sus listas, y fue cuando uno de los cámaras hizo quizás la pregunta clave. Ella se acercó a la tienda en la que todos se cobijaban y poniendo su dedo índice a la altura de su barbilla, respondió.
- Mmmm, creo que en vuestro idioma, llamáis a mi papá,... mmm ¿bigfoot? y a mi mamá,... mmm ¿dama de las nieves? - pero su respuesta se convirtió enseguida en una pregunta - mis papás me decían que esos nombres se los dais como referencia, porque les consideráis monstruos, pero no creo que sea así, ¿verdad?
El silencio se hizo destacar ante aquella simple pregunta seguida de una inocente risa, ¿serviría de algo a caso aclarar que a su madre la consideran un espíritu y que solo a su padre le veían como a un monstruo? Uno de los cámaras, pensando que se trataba de alguna especie de elaborada broma, lo especificó de dicho modo, y ante ellos dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.
Una lágrima llegó a pies del escalador rescatado en forma de una pequeña perla azul, la segunda lágrima, solo se perdió o fue atrapada por algún rápido y rastrero cámara que de algún modo adivinó que aquellas lágrimas no eran normales.
La pequeña dio algunos pasos atrás con conocimiento de una realidad que siempre había considerado exagerada, sus palabras hacían sentir culpables a quienes no fueron capaces de rebatir aquella afirmación.
- Si sois capaces de decir que mi padre es un monstruo, quiere decir que vosotros sois los monstruos,...
Explicó en un momento, que cuando tenía cinco años, sufrió una extraña enfermedad que estuvo a punto de matarla, sus habilidades como "dama de las nieves" despertaron al unísono descontroladas por completo, y por ello, la habilidad que había utilizado para salvar al escalador, comenzó a absorber la frialdad de las cercanías y a repudiar todo calor propio, un proceso que en general ya era agotador de utilizar por unos segundos. Sus padres para salvarla, hicieron lo posible; su madre realizando ese mismo proceso siempre que podía, y su padre hiriéndose para bañarla en su sangre capaz de curar casi todo mal.
Tras un par de exhaustos días, su padre agotado solo pudo dar su último esfuerzo. Sentando a su hija en sus piernas, y viendo que ni ella ni su pareja podrían aguantar mucho mas, clavó con firmeza su propia mano en su pecho, proporcionando a su hija una ducha de sangre venida directa del corazón.
La culpabilidad era abrumadora por parte de Sanria, hasta que su madre le entregó un abrigo hecho con la piel de su padre y le dijo, que de ese modo su padre siempre estaría con ella.
Tras la historia y evitando derramar más lágrimas, se dejó caer por un precipicio y desapareció ante la atónica mirada de los presentes, el susurro del viento llevaba consigo un tenue "monstruos ¿de verdad?"
capítulo dos - ¿miedo o interés? los científicos lo llaman conocimiento.
Cuando el escalador llegó a su país, revistas y canales televisivos luchaban por sacar la mejor noticia. Mientras que unos lo plasmaban como un montaje, otros más profesionales hicieron elaboradas comprobaciones a las pruebas.
Una cadena retransmitió en directo la plantación de cuatro árboles, plantados a distancias prudentes, incluyó el cuarto en el centro, entre los tres que había prometido plantar. Bajo ese último árbol dejo caer la pequeña perla azul y lo bautizó como "Sanria".
La noticia se apagó en solo unas semanas y nadie recordaba lo ocurrido, después de todo, las cosas imposibles de entender no tienen cabida en un mundo que solo quiere explicarlo todo. Al rescatado y a su familia, eso les parecía bien, algo tan "mágico" era más seguro quedárselo en sus recuerdos solo quienes lo habían vivido, de otro modo, esa magia desaparecería; intentaría ser explicada y ello llevaría a una extinción de la misma, algo parecido al "no creo en las hadas" de peter pan.
Pero pasaron unos años, y un extraño acontecimiento avivó las llamas. Los cuatros árboles plantados hacía a penas un par de años atrás, habían alcanzado un tamaño temible. El árbol central, un cerezo llamado Sanria, tenía un grosor de 24 metros y una altura de 56, los otros tres lucían enroscados en el, aportando unos diez metros más al diámetro. Un roble, un almendro y un pino que aparentaban sostener el tronco central.
No fue el origen o el nombre de los árboles lo que llamó la atención de los reporteros, si no el hecho de que los cuatro árboles lucían como uno solo, la extraña combinación de hojas de los mismos y sin duda el origen del llamado; una pareja fue a grabar sus iniciales en el tronco y una extraña resina roja brotó de él. El chico que tenía una pierna amputada, fue ingresado en el hospital por un dolor incalculable y una semana después tenía su pierna de vuelta.
El árbol se llenó de cortes que desaparecían en un instante, evitando la extracción de su resina "santa", creyentes de todo el mundo comenzaron a acudir, pero el montañista que compró esa pequeña parcela para asegurarse de que sus árboles no eran talados, cerró el lugar con vallas electrificadas.
Las críticas de la multitud eran abrumadoras, y pese a que la mayoría le acusaban de querer enriquecerse con ello, el hombre veía esos ataques como si procuraran hacerle romper su promesa, y de hecho se sentía adolorido cuando acechaban a aquellos troncos.
Tal ungüento podría valer millones, pero no era el deseo de su "propietario" sacar beneficio. El gobierno estadounidense, expropió el terreno justificando la aparición de una gran densidad de radiación y ordenó que el lugar fuera protegido por gran cantidad de milicia.
Toda persona sensata vería al instante que ni los científicos ni los militares llevaban protección radiactiva, y tras unos días procurando lograr una muestra, llamaron al dueño de aquellos árboles y a la pareja que se había a reunido allí. Lograr una muestra era por algún motivo imposible, y sin embargo el alpinista se hizo con una astilla sin ningún problema.
En un tiempo el lugar se calmó, las pruebas realizadas fueron inconcluyentes y por la imposibilidad de dañar la corteza siquiera, incluso el estado devolvió la propiedad a su dueño original. Pero ya no hacían falta verjas que lo protegieran, parecía que dañar aquel gigante era imposible. Pero,... si era imposible lograr una muestra del árbol, ¿sería posible encontrar a Sanria? ¿Estaría relacionada esa niña con el misterioso árbol?
La iglesia proclamaba que era el diablo disfrazado de niña, que había ayudado a dos almas para atraer a cientos a una congelación eterna del cuerpo, para llevar a su infierno a las almas que tentadas por su falso milagro osaran acercarse.
Los gobiernos propusieron grupos para buscar a la niña y recompensas millonarias por su captura, pero pocos aceptaban esta oferta cuando eran informados de que ningún Serpa estaba dispuesto a acompañarlos. Decían los Serpas que no debían intentar atraparla, que ella era el espíritu de la montaña y que si bien había salvado a muchos de ellos, si la acechaban podría molestarse, añadieron a su vez; que solo la habían visto los de corazón amable que por serios problemas corrían riesgo de muerte, y que solo habían recibido su protección. Por ello, si tenía tanto poder como para salvarlos en las peores circunstancias, no querían conocer el poder que podía desatar su ira.
A pesar de las advertencias, tres enormes grupos se disponían a ir a por ella, los costos de la llamada "carrera espacial" por pisar primero la luna, se veían ridiculizados por lo que denominaban "la semilla de la vida".
Responder
Es la isla de la eternidad,
donde no florecen los árboles,
Es un mundo de perdición,
Donde inocentes muñecos mueren,
Donde la felpa lucha por su vida,
Donde nadie decide su suerte,
solo escogen si luchan un nuevo día.
donde no florecen los árboles,
Es un mundo de perdición,
Donde inocentes muñecos mueren,
Donde la felpa lucha por su vida,
Donde nadie decide su suerte,
solo escogen si luchan un nuevo día.
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